jueves, 9 de abril de 2015

La Olla Ferroviaria: Sabor y tradición ferroviaria en Cantabria

Esta semana os traigo un artículo de uno de los observadores de este blog. Amigos que disfrutan de la misma filosofía del Epicúreo, con los que he compartido grandes momentos sentado entorno a una mesa y que considero colaboradores muy cercanos y sobretodo, con mucho criterio. En esta ocasión, mi buen amigo Motxo (Javier Rapado), escribe desde Santander sobre la olla ferroviaria. Una vez más, gracias a todos los colaboradores que queréis participar de esta esencia y de este blog y como no, a los lectores que me animáis cada día a seguir con este proyecto. En breve hará un año que empecé y nos acercamos ya a las 8000 visitas. !Feliz semana a todos!

La Olla Ferroviaria: Sabor y tradición ferroviaria en Cantabria
Javier Rapado Santaolalla


La olla ferroviaria es un recipiente, con un espacio en la parte inferior, donde introducir brasas, responsables de cocinar los alimentos de su interior. Tiene sus raices en el tren de La Robla (Ferrocarril Bilbao-La Robla), que fue inaugurado en 1894, y es la primera vez que existe documentación escrita sobre la olla que prepararon los maquinistas, fogoneros y guardafrenos del ferrocarril.  La necesidad agudizó el ingenio, como en tantas ocasiones. Los trabajadores que llevaban estas locomotoras, soportaban jornadas maratonianas de muchísimas horas, alternando los calores de la caldera con el frio polar que tenían que soportar sobre los railes. La comida caliente en estas situaciones, llega a ser de carácter vital. Las primeras ollas ferroviarias, aunque en su carácter más estricto no lo eran, se cocinaban a vapor. Un tubo resistente sacaba el vapor de la caldera de estos ferrocarriles y lo llevaba hasta la vasija donde se cocinaban los alimentos. Con el paso de los años se cambió el vapor por el carbón, habitualmente en la parte trasera de las máquinas, con lo que se conseguía una cocción más lenta (el tiempo de preparación no suponía un problema en modo alguno) y por ende, más jugosa. La hora de la "pitanza" de esta forma, hacía una función doble: alimentaba a los trabajadores y a la vez servía de momento de hermanamiento, ya que absolutamente todos compartían el guiso, independientemente de su cargo o función. Se esperaba el momento con ilusión y los trabajadores votaban por quien debería preparar la siguiente olla ferroviaria. Aunque originaria de Mataporquera y su municipio de Valdeolea (ferrocarril de La Robla), la olla ferroviaria se ha extendido por todo el territorio de Campo-Los Valles (todas ellas de Cantabria) y por otras regiones, como Asturias, Vizcaya, norte de Burgos y de Palencia… En los tiempos actuales la olla ha sufrido una nueva transformación, se usan vasijas de loza, suspendidas sobre 4 patas con un receptáculo de hierro por debajo cuya misión es mantener las brasas para cocinar. Muchas veces se complementa con una pequeña puerta por donde introducir el carbón, así como pequeños agujeros en la parte inferior por donde las cenizas de carbón caen al suelo, dejando su sitio a las nuevas brasas calientes. En mi querida tierra cántabra no es difícil encontrar artesanos que hacen ollas ferroviarias por encargo, elevándolas muchísimas veces a la categoría de arte. 



Existen además varias versiones en cuanto a la variedad de los cocinados. Aunque originalmente su composición era básicamente carne y patata, en los últimos tiempos se ha venido imponiendo muchas veces la carne acompañada de alubias. En Cantabria son frecuentes los concursos multitudinarios, en los que las calles del pueblo se llenan de bonitas y humeantes ollas, en una bonita excusa más para compartir con amigos y familia, una buena charla, un buen vino y por supuesto un buen plato de cuchara. 





Una vez dichas estas palabras sobre el origen de la olla ferroviaria, me gustaría enseñaros el momento que compartimos unos amigos, familia y servidor, alrededor de una olla ferroviaria hace unas semanas en un pequeño pueblo de Cantabria, cuna de tan bonita tradición. La olla en cuestión fue un regalo de mi mujer por el cumpleaños, forjada artesanalmente y con nuestras iniciales (a pesar de que en la foto solamente se puede ver la mía).

 
En esta foto podéis ver perfectamente la puertecilla que antes os señalaba para la entrada de las brasas justo debajo de la vasija de los alimentos, y en la siguiente, la evacuación de las brasas tras la cocción. 






La pinta de lo que allí se cocinó no voy a describirla, podéis juzgar vosotros mismos.

Ese día casualmente celebramos el cumpleaños de mi mujer, y la verdad es que fue una jornada inolvidable con amigos. Esto es todo compañeros; espero que sepáis algo más sobre la olla ferroviaria y que si caéis por tierras cántabras, no dudéis en disfrutar de un buen plato. Saludos y gracias por leer.




No hay comentarios:

Publicar un comentario